Querido familiar/es:

Esta Guía surge de las necesidades observadas en ustedes después de mas de 25 años de experiencia en la prevención, cuidado y restablecimiento de las denominadas enfermedades mentales. Necesidades que se traducen en desconcierto, angustias, miedos, no siempre preguntados de manera explícita por temor a ser inoportunos, como así también por el desconcertante panorama que se les presenta, no sabiendo cómo traducir en palabras las emociones que generan estas situaciones, que por no ser las que las carátulas de lo que “debe ser bueno” dicen esperar, generan aún más contradicción y conflicto en el familiar que decidió con muy buen criterio asumir el rol del dignísimo buen samaritano del Evangelio. Nos encontraremos entonces con el problema desconcertante del familiar que pide ayuda y con el conflicto que esa ayuda y su forma de pedido desarrolla en la familia .Este momento de la relación determina la necesidad imperiosa de discernir, dentro de lo posible, entre el conflicto del familiar y el del paciente que estamos asistiendo. Una fuente muy frecuente de consultas muchas veces rápidas, culposas y con mensajes entrecortados, es la del difícil auto-reconocimiento de las emociones que el estado del padeciente desencadena en la persona que de muy buena fe intenta asistirlo. ¿A qué nos referimos? Es doblemente y subrepticiamente culposo el hecho de sentir agresiones sobre personas enfermas . En este caso es necesario recordarle, señor familiar, que el enfermo en general, es un portavoz muy sensible en la captación y muchas veces muy discoordinado en la expresión de mensajes compuestos de historias, de actitudes, gestos, dichos, tics, que de alguna manera (muy específica de esa configuración familiar) se ha convenido explícita o implícitamente, en cosas que “no deben ser dichas” o “sacadas a la luz”, porque de ser así, se pone en peligro intereses , valores de lo que se invoca como imagen familiar y lo que en la investigación terapéutica posterior se descubren como contenidos sostenidos como prohibidos, tabú, por uno de los componentes del grupo familiar que organiza y lidera los códigos reguladores de los “cómo” se debe ser y hacer, “con qué” o “quienes” para lograr atraer determinados bienes y/o servicios y rechazar , evitando males y/o perjuicios.

En relación al paciente el familiar debe recordar:

  • Que nunca dentro de su alcance debe retrasar la posibilidad de escucha, ni escatimar en la expresión afectuosa de lo que interpreta que escucha, recordando siempre que la persona es un milagro enmarcado en el tiempo. He ahí una nueva fuente de consulta. El familiar tiende a ver la contestación o los dichos del paciente desde su enfoque lógico y desde su perspectiva de lo que deben ser las cosas, según las expectativas del “deber ser” que la estructura familiar asume como propia y para responder a las exigencias sociales del medio ambiente.
  • En relación al paciente el familiar debe recordar: que justamente el rol del padeciente es tal porque su decir salió del marco de lo que legal y lealmente “debería decir”. Esto trae una nueva fuente de desencuentro , cuyo paliativo mas práctico resulta ser el de la escucha objetiva de lo que el paciente dice sin -en lo posible- hacer interpretaciones sicológicas de lo que “creemos que quiere decir”. Ese rol queda en manos del sicoterapeuta , quien con mucho gusto en horarios convenidos y según las pautas que regulan el secreto profesional y las necesidades específicas del cuadro clínico lo asesorará.
  • En relación al paciente el familiar debe recordar: que el paciente como persona individual tiene su propio mundo de vivencias y perspectivas, que al sentirse aislado comunicacionalmente con su entorno inmediato, lo experimenta como insoportable soledad , cargada de silencios y de inconciencias .
  • En relación al paciente el familiar debe recordar: tener en cuenta que los silencios prolongados o gestos que denotan “autoconversaciones” son llamadas urgentes de auxilio, lo que nos lleva a una nueva fuente de incertidumbre y consulta con respecto al problema del rol que debe asumir el buen samaritano. ¿Cuáles pueden ser esos roles?

    Roles que normalmente asume el familiar: – el rol de ayuda: es asumido por quien se siente “ayudante” de la situación, desde un rol suplente y subalterno en la asistencia que presta. Recordar que: ayuda efectivamente quien ve al paciente como verdadero protagonista de la relación y que por circunstancias de su patología de manera momentánea, no puede ejercer sus facultades sicofísicas en plenitud .En tal función el ayudante asume la tarea de COOPERAR en el esfuerzo y de proveerle los medios o instrumentos para que el paciente pueda lograr los objetivos que la evolución terapéutica indique. – el rol de auxilio: asume este rol el asistente que toma conciencia de que por la enfermedad que padece el paciente no puede realizar sus obligaciones cotidianas con el estilo y autoridad con que normalmente lo hacía. Recordar que se auxilia a un enfermo cuando de manera subalterna se lo ampara y/o SUSTITUYE en algunas áreas que se ven mas dificultadas. – el rol de socorro: lo efectúa quien ve en el paciente a una persona expuesta a peligros que hacen al enfermo acogerse y refugiarse en él . El rol del socorrista conlleva al peligro de sentirse el “poseedor y único responsable” de lo que acontece en la vida de su familiar. Es necesario que el “asistente” descubra cuál de estos roles a asumido por él de manera inmediata, recordando que desde la estrategia sicoterapéutica se valoriza como muy eficaz y necesaria la actitud del rol de ayuda, considerándose -según la práctica- que las actitudes de auxilio o socorro son funciones que casi siempre interfieren con el normal desenvolvimiento de los fines buscados.

  • En relación al paciente el familiar debe recordar: que el “ayudante” al dirigirse al “ayudado “debe usar la palabra con prudencia, iluminando desde el amor la situación creada, pero nunca imponiendo criterios personales. Esta recomendación se basa en la constante sicodinámica que nos muestra que la esperanza que una persona deposita en la otra condiciona de manera muy significativa su crecimiento. Por esta razón es necesario que el familiar paute y esclarezca con el sicoterapeuta cuales son sus verdaderas expectativas en la relación de ayuda, dado que en este juego interactivo es muy frecuente observar que el paciente empieza a hacer “lo que se espera de él”, marcando un rumbo incierto al sentido de la terapéutica. En este caso es importante que el ayudante sepa que desde esta posición de ayuda se constituye en el “OTRO” con relación a su familiar. Si de algún modo lo abandona, lo desprecia, lo rechaza o lo frustra, él como “OTRO” desaparece para el paciente, perdiendo sentido positivo este vínculo. Por esta razón, el rol de ayuda debe ser asumido con la humildad suficiente como para permitirse mostrar al paciente sus propios límites, permaneciendo siempre abierto a la escucha.
  • En relación al paciente el familiar debe recordar: Dado que esta relación de dolor, incertidumbre y desorientación se desarrolla en el seno familiar, es bueno tener presente que desde las macro o grandes instituciones a la micro institución familiar rigen códigos pautados en el transcurso de la historia que la constituyen como tal. Códigos que programan el inconciente de cada uno de los componentes de esa familia y en tal condición tienen el poder de ser coercitivos , o sea capaces de generar sanciones y de otorgar premios. Esto constituye una de las fuerzas sicodinámicas latentes que van a dar vida y significado a esta relación “misional” de la ayuda al familiar que padece. Es así que el “ayudante” y el “ayudado”, están regidos desde sus comunes programas inconcientes, codificados en forma de deseos y temores que dan forma e imagen social a su familia. Esto trae como consecuencia que los integrantes de la familia (en nuestro caso asumiendo roles de ayudante-ayudado) se vean sometidos al mismo sistema de valorización de sus conductas, desde donde surgen lo que intrafamiliarmente, ellos y solo ellos reconocen como acciones, conductas o actitudes que de ser concretadas, toman el calificativo familiar de faltas o de virtudes .Esto hace que quien realice acciones sancionadas por el código común, de manera inconciente y automática deba asumir la culpa, autorizando (siempre desde el código común) al otro componente familiar a exigirle que asuma la responsabilidad, la obligación de resarcir de una manera familiarmente pautada la transgresión al código común. Esto complica la relación porque tanto el “ayudante” como el “ayudado” sienten culpas -de alguna manera- en lo referido a dicho código regulador y ambos responden según sus estilos particulares con responsabilidades diferentes en una dialéctica complementaria: quien necesita ayuda y quien asume el rol de ayudar.
Recordemos que estas acotaciones técnicas son dadas desde la perspectiva sicodinámica y aplicables a estructuras generadoras de patologías emocionales y no son transladables a un lenguaje jurídico-formal a pesar de que en este contexto fue usado analógicamente . Es así que lo aquí expuesto no se realiza de una manera conciente y formalizada legalmente sino en la intra-inconciencia dinámica de los componentes de la familia, lo que hace de la problemática en desarrollo un asunto de sicología clínica.

En resumen:

Finalmente, en relación al paciente el familiar debe recordar que : aprende a perdonar si amas de verdad, así comprenderás que el otro se causó más daño cuando te afrentó que el propio dolor que ahora padeces como consecuencia de la misma. Y no te olvides que el amor evoluciona y se vuelve manso, humilde y hasta humillado, rompiendo con toda indocilidad, altivez y altanería.

Historia y desenvolvimiento de una familia (novela familiar)

Pautas de los códigos comunes (estrategia familiar en función de un líder) que ordena los modos de ser y hacer con determinadas personas y en situaciones especificas para conseguir objetivos valorados como “virtuosos” y evitar acciones catalogadas como “viciosas”.

Conducta desencadenante de la estructura patogénica en función de la sicodinámica del grupo. Al realizar las distintas actividades en la historia concreta familiar la conducta de cada uno de sus componentes es calificada como valorizada o desvalorizada .

Quien actuó contraviniendo el código espera recibir una sanción que se configura según su fantasía e imaginación generándose la espera angustiosa –latente del castigo inminente.

El paciente programa las sugestiones ideo-motoras que compondrán las características del cuadro patológico y su semiología , actuando en consecuencia y generando el estilo vital propio del padecimiento que sufre. Desde aquí se puede comprender la estructura y el significado de lo que después aparecerán como signos sintomáticos. Esto es como decir que el síntoma está cargado de significado y nos relata la forma transaccional en la que el inconciente del paciente va a paliar, resarcir, reparar las faltas cometidas al código familiar dominante, que programa linguísticamente su inconciente

Finalmente, en relación al paciente el familiar debe recordar que: aprende a perdonar si amas de verdad, así comprenderás que el otro se causó más daño cuando te afrentó que el propio dolor que ahora padeces como consecuencia de la misma . Y no te olvides que el amor evoluciona y se vuelve manso , humilde y hasta humillado , rompiendo con toda indocilidad , altivez y altanería.

Dr. Armando Javier Fermani

Doctor en Sicología. UBA – USAL